Y como buen Caborian que soy, Hari Seldon para sus foreros, y no podía ser de otro modo me llevé a Maldivas todo el arsenal fotográfico que pude.
Me arriesgue ajustando el peso de mi equipaje al máximo. La Canon 30D, el Sigma 100-300 2.8 y, cómo no, el gran angular Canon 10-22 mm que tantas satisfacciones siempre me reporta. Todos juntitos nos fuimos a aquel rincón del mundo para captar imágenes espectaculares sobre tierra firme. Sólo cabía esperar a que aquel cielo me sorprendiera con sus luces. ¡Por favor, nubes, quiero nubes! Exclamaba en mi interior cada vez que veía la previsión meterológica para esa semana.
Y tuve nubes a patadas. Todos los días a todas horas hubo nubes, pero como yo no sabía cuanto durarían , cada vez que había una oportunidad la aprovechaba o, como en esta foto, la buscaba. El primer día me levanté temprano, a eso de las 5 de la mañana. Aún no había amanecido. Yo creo que mereció la pena el esfuerzo de madrugar.
Los detalles a mi alrededor, eso que sólo tú pareces ver. Este amarre es un ejemplo de la forma en que me gusta mirar el mundo. Ya sé que todos vieron este amarre, pero me pregunto cuántos lo miraron con detenimiento. Yo le dí varias vueltas hasta que encontré su ángulo bello.
Lo mismo que el ancla. No sé cuántas fotos le hice, desde un lado, el otro, con el 70-300 de Sigma y con el teleobjetivo aún sabiendo que mi 10-22 sería el especialista de esta toma. En mis tarjetas el ancla aparece en distintas ocasiones con un fondo de nubes distinto. Nunca se sabe cual será la gran foto.
Hay instantes que se le aparecen a uno de forma imprevista. Vas subiendo las escaleras en dirección a cubierta cuando de pronto te topas de frente con esta escena: el capitán del barco preparando ensimismado su aparejo de pesca, centrado en la tarea, como si en el mundo no hubiera nada más que caña, sedal y plomo. ¿Cómo no correr en busca de la cámara? ¿cómo no intentar pasar desapercibido para no profanar la escena?
En otras ocasiones el fotógrafo se encuentra cómodamente tumbado en el sillón jugando con un enorme objetivo y mirando a través del visor de la cámara, buscando de nuevo el detalle y, de pronto aparece esa campana que todos los días nos llamaba al «Briefing», el almuerzo, comida y cena. Luego en casa, con la imagen delante, la eterna duda: Color o Blanco y Negro. La norma dice que cuando el color no es protagonista es el momento de pasar la imagen a Blanco y Negro ¿A vosotros qué os parece?
Mi retrato. ¡Si señor, este soy yo!. Aquella tarde desplegó ante nosotros uno de esos atardeceres dorados que tanto me gustan. Medía luz para sacar partido a ese fondo y luego ajusté el flash para que diera la dosis de luz correcta y así, hice un montón de retratos a mis compañeros y al grupo de italianos con el que coincidimos en el barco.
Había que hacer la visita a Malé, la capital de Maldivas. Es curioso porque la ciudad, en determinados puntos tiene carteles de «Prohibido hacer fotos». ¡Como habéis oído!, un atentado contra la Fé Caborian sin precedentes. Así, uno va con la cámara por sus calles como si fuera un arma terrorista. Piensas que si haces algo mal, tal vez acabes con tus huesos en la cárcel a 10.000 kilómetros de tu casa. Este es uno de las pequeñas plazas que llamaron mi atención para correr el riesgo de disparar mi arma de destrucción masiva Canon EOS 30D.
Podría deciros que el cielo de Maldivas es espectacular, pero os estaría mintiendo. Es como en todas partes y os lo dice un pseudo experto en cielos. Más que nada porque detecto un atardecer espectacular antes de que se produzca y aunque esté ocurra tras un enorme edificio de hormigón. Lo que pasa es que allí, con un horizonte tan limpio, es una delicia recrearse en su belleza para fotografiarlo. Por lo demás…. ¡ya os digo! igualitos a los atardeceres desde los jardines de Oriente o el Templo de Debot en Madrid.
El BiG Fish que tanto ansiaba pescar la tripulación por fin fue capturado. El aparejo que fotos atrás habéis visto dio sus frutos: este flamante, lustroso, áspero y suculento Pez Espada, el cual, tal y como véis en estas imágenes, fue concienzudamente descuartizado. Sus agallas, tripas y desechos no consumibles fueron a parar a una lata que luego usárían como cebo en la noche del Shark Feed. Otro espectáculo del que ya os he hablado y del cual, en breve tendréis imágenes.
El primer día y según llegábamos nosotros, al Handy subieron a nuestro lado, este trozo de platanal. De color verde inmaduro el primer día, fue cambiando poco a poco a un tono amarillo más comestible. Yo no podía evitar pasar a su lado imaginándome esta foto hasta que un día la luz se conjuró para crearla. Menos mal que me anduve listo porque la gente se come todo lo que pilla, incluso estos plátanos cuando estaban verdes. ¿A que sí Jose Luis? ¡Puaj!
Cuando dijerom que bajaríamos a la isla, todas mis alertas fotográficas se disparon de golpe. Era el momento ideal para capturar luz. La llegada a las 15:00 horas, dos horas y media antes del ocaso, fue el no va más. Y allí estaba yo deseando no perdérmelo para crear imágenes tan especiales como esta. Una foto que, para mí es, una de las mejores que hice en todos los días que estuve en Maldivas.
A nuestra llegada a Maldivas estuvimos todo el primer día amarrados en una zona repleta de embarcaciones como la nuestra. Desde allí partían los Donis en dirección a la isla para abastecerse. La tormenta se presentó ante nosotros de pronto, dándome la primera gran oportunidad del viaje para fotografíar nubes.
En la isla convencí a Waipi y a todos sus amigos para hacerles unas fotos con la puesta de sol como fondo. Fue genial, pero de pronto ví que era la oportunidad perfecta para hacer una foto que hacía tiempo tenía en mente. La de una chica paseando por la playa a contra luz contra un cielo como aquel.
Y el sol de Maldivas se despedía de nosotros el último día como diciendome: «Espera Javi no te vayas, te he reservado lo mejor»
Dos timones tenía el barco. Este en la cubierta superior le permitía maniobrar teniendo un campo de visión más amplio. Según Enrique que de esto entiende más, este es prioritario respecto al de abajo, así que procuramos no tocarlo. Eso sí, yo le estuve buscando las vueltas para encontrarle el perfíl fotogénico, durante todo el viaje.
Y para todos aquellos de vosotros que hayáis tenido la santa paciencia de aguantar todo este artículo, aquí os dejo de regalito un PDF con todas estas fotos y sin tanta literatura.
Si alguno queréis cualquiera de estas fotos para imprimirla, ya sabéis dónde encontrarme. Siempre será un placer mandároslas por correo.